lunes, 21 de marzo de 2011

ESC.187 EXT. McKEE Y LA TV -- DÍA

En una visita que Robert McKee realizó hace poco a Colombia, dijo que cree que las historias en la TV son mejores que en el cine. No es poco decir para este reconocido maestro del guión.
El texto y el contexto, en la entrevista que le realizó la revista colombiana La Semana.

Robert McKee

Aunque Robert McKee no ha ganado ningún Óscar, sus alumnos ya Acumulan 32 premios de la academia. Otros tantos han escrito series exitosas como Damages, CSI y Friends. Su libro El guion es casi una biblia para cualquier guionista, pese a que su método también ha sido adoptado por autores de novelas y obras de teatro.
Buena parte de su éxito se debe a que enseña a escribir estimulando la creatividad, lejos de clichés y de fórmulas repetitivas que subestiman al espectador. Para esto es importante construir personajes creíbles, con muchas facetas, en los que el espectador pueda reflejarse con sus virtudes y defectos. Siempre sostiene que si bien las historias hacen parte de la vida de cualquier persona, de ahí a escribirlas hay un trecho gigante. Por eso su énfasis en la importancia del talento innato.
McKee, que en marzo vendrá a Colombia a dictar su afamado seminario 'Story', habló en exclusiva con SEMANA.
Semana: ¿Por qué son tan importantes las historias?
Robert McKee: Son herramientas para la vida. Las historias le dan forma a la existencia, que es caótica y confusa, y permiten entender qué es ser humano. La mente humana, por instinto, piensa en términos de historias. Cuando recordamos algo, el cerebro elimina las banalidades y se concentra en los puntos de giro, que son esos momentos decisivos de nuestra vida. Así, el pasado se convierte en una historia que le da sentido al existir. Igual con el futuro. 
Semana: ¿Y si es algo tan natural, por qué hay malas historias, malos guiones?R.M.: Hay una diferencia entre ese instinto y una buena historia o un buen guion. Una razón obvia es que simplemente Dios no distribuyó suficiente talento. También diría que hace 100 años un hombre educado gastaba máximo diez horas a la semana consumiendo historias. Hoy son diez horas, ¡pero al día! Sencillamente, no hay suficiente talento para proveer tanta oferta. ¿Qué resulta entonces? Un tsunami gigante de historias banales y aburridas.
Semana: ¿Qué puede llamarse una historia?R.M.: Existe una historia cuando a alguien le ocurre algo que cambia el estado de cosas y se pierde el control sobre su entorno. Entonces esa persona reacciona, es consciente de que se rompió el balance y pronto entiende lo que debe hacer para recuperar esa armonía en la que vivía: luchar contra fuerzas antagonistas. A veces lo consigue, a veces no.
Semana: ¿Es posible transformar esto? ¿Inventarse una nueva forma de contar una historia?
R.M.: No, porque es algo ligado al alma humana. A lo largo de los siglos, los escritores se han fijado en diferentes tipos de conflictos, internos de cada persona o entre naciones o religiones, por ejemplo, y cambian valores que están adheridos a estos niveles. También mezclan géneros de formas que nadie había mezclado. Quizás cambien los temas. Por ejemplo, el conflicto social era antes mucho más importante que los conflictos internos de cada persona. Antes, también, se concebía el tiempo de una forma muy lineal; ahora es fácilmente pensado como algo que va y viene, como un caos. 
Semana: ¿Ni siquiera la tecnología, la 3D, las películas de un minuto grabadas con celulares harán que cambien las historias?
R.M.: Tampoco. La historia de 30 segundos que alguien graba con su iPhone es un pequeño punto de giro: será interesante si al comienzo del video las cosas son positivas y se vuelven negativas o al contrario. Será ese giro lo que le dará interés a ese pequeño momento. Cientos de esos cambios componen Avatar, miles a una serie larga como Los Sopranos.
Semana: En el cine colombiano, una película con muchos clichés acaba de batir récord de taquillas. Otras, con mejores historias, no llenan teatros. ¿Cómo explica esto? 
R.M.: No creo que a la gente necesariamente le gusten los clichés. Es muy odioso pensar eso, muy de élites que desprecian a la clase media. Lo que ocurre es que algunas historias logran generar empatía tengan o no clichés. Por alguna razón, la gente se deja atraer porque hay algo en la naturaleza del protagonista, del conflicto, que logra hacer eco en el alma del espectador y se ignora el cliché solo por involucrarse en la vida de esta persona. Es algo completamente impredecible, una conexión mágica con el público. Y menos mal es mágica, porque de otra forma películas e historias podrían ser contadas como hacemos zapatos. Aquí viene lo fascinante de este oficio y, debo decirlo, a los críticos les decepciona esto. 
Semana: ¿Por qué les decepciona?
R.M.: Ocurre que algunas obras son conmovedoras y hay otras que pueden ser originales, excepcionales, pero son frías. La mente humana se divide entre la parte emocional, animal, y la parte racional. Los críticos prefieren las obras que apelan a la segunda. El público, sobre las segundas, dice "sí, buenísima", pero si no lo emocionan, no le interesan.
Semana: ¿No hay una contradicción ahí? ¿Cuál es entonces el secreto para un buen guion?
R.M.: Lo ideal es crear una obra que consiga ambas cosas, que sea profunda a través del conocimiento racional de los personajes, pero que al tiempo genere emociones. Una historia es una experiencia emocional llena de sentido.
Semana: ¿Qué ha visto últimamente que lo haya sorprendido por sus guiones?
R.M.: Me encantó The Fighter, por su complejidad. Otras nominadas al Óscar con un buen guion son Toy Story 3, El discurso del rey y Red social. Me encantaron los diálogos de True Grit, de los hermanos Coen. Y en televisión, Damages: me encanta su protagonista, una abogada que quiere hacer el bien, pero recurriendo a medios perversos. También me encanta En tratamiento. De verdad, creo que la televisión es el futuro. La televisión le está ganando al cine en la calidad de las historias. 

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